Industria y piedra hecha arte
Villa de obligado paso al encontrase en pleno camino real entre Barcelona y Lleida, disfrutó de muchas prerrogativas que atrajeron a multitud de nuevos pobladores, que acudían a comerciar en su mercado de concesión real y ya puestos se quedaban a vivir en la próspera ciudad.
Tres veces tuvo que ser ensanchado el círculo que formaban sus murallas por el rápido crecimiento de la población hasta que ya, hartos de este construir y derribar, los igualadinos optaron por permitir que se edificara fuera del núcleo medieval.
Y fue una suerte, porque de esta manera se mantuvo casi intacto un pequeño centro de calles cubiertas ( Igualada está llena de pasadizos en la parte antigua y en la moderna) alrededor de una plaza también porticada, donde se ubica el ayuntamiento. Aconsejo tomar la calle de Santa María, porque muy cerca de la plaza encontramos dos de las joyas de la ciudad: la casa Ratés y la Iglesia de Santa María.