La cascada que adorna el bosque
El nombre de la localidad es impronunciable hasta para los mismos islandeses, que suelen referirse a ella simplemente como " Klaustur" aunque este formado por tres palabras: Iglesia, granja y convento.
Y es que esas tres palabras hacen referencia a la historia más reciente del lugar, ya que los primeros en poblar el lugar fueron unos monjes irlandeses allá por el siglo X, antes de la llegada de los vikingos. Entre ellos y las devastadoras erupciones que asolaron la zona en el siglo XVIII, acabaron con la iglesia, el convento y la mayoría de las granjas que poblaban la zona.
Ahora el mayor atractivo del minúsculo pueblo es la cascada de dos chorros donde según se cuenta se bañaban las monjas, aunque en mi opinión, no es más que un adorno del verdadero tesoro del pueblo, un precioso bosque de gigantescos árboles entre los que se encuentra un abeto de más de 25 metros que fueron plantados por los dueños de una granja cercana para evitar la erosión producida por el agua.