Geobels
Salvados por los camareros
Después de visitar la Ciudad del Vaticano acabamos comiendo en este "restaurante".
Un claro ejemplo de que las apariencias engañan.
Buena presencia, carta bién presentada, vamos que el restaurante entraba por los ojos.
Mi rissoto era más bién un insípido arroz salteado y escaso.
Eso sí los camareros muy pero que muy simpáticos. Fueron lo único que nos dejo buen sabor de boca, y los comensales de la mesa de al lado que eran de nuestra tierra y una pareja encantadora con la que volvimos a conincidir en la estación de Termini mientras esperabamos nuestros respectivos autobuses de regreso al aeropuerto.
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