Que difícil me resulta escoger una sola palabra que pueda definir una ciudad tan singular como es Sevilla, pero si he de apostar por alguna, esa sería belleza.
Que difícil me resulta escoger una sola palabra que pueda definir una ciudad tan singular como es Sevilla, pero si he de apostar por alguna, esa sería belleza.
Mi aventura duró tres días, el primero recorrí Nervión una zona abarrotada de estudiantes, que como yo buscan un lugar barato para beber una cerveza fría. La zona se encuentra próxima al Estadio Sánchez Pizjuán y a varias Facultades como la de Ciencias Económicas o Derecho.
Dada la proximidad de la zona con la Plaza de España nos dirigimos allí para observar el atardecer.
A la mañana del día siguiente, preparado para retomar la visita y con un día bastante completo que comenzó donde terminó el día anterior, la Plaza de España un lugar tan increíble como único, desde allí recorrí por la mañana Puerta Jerez, la Plaza de Toros La Real Maestranza, el Puente de Isabel II y Plaza de Armas, lugar donde hicimos un descanso para comer, proseguimos por el Ayuntamiento de Sevilla, la Catedral con su Giralda, para posteriormente recorrer la Calle Sierpes hasta salir en La Campana, una de las confiterías más conocidas de la ciudad, continué visitando la Plaza de San Lorenzo, donde se encuentra la imagen del Cristo del Gran Poder, volví a La Campana para dirigirme al Mirador Metropol Parasol, conocido como la Seta, después de este largo recorrido y viendo que la noche se aproximaba decidimos finalizar el viaje en la Plaza del Salvador, para posteriormente dirigirnos a la Plaza de la Alfalfa, una zona de copas tranquila en la que poder cenar, nos recomendaron visitar un bar de tapas llamado La Bodega, un lugar con una comida exquisita y un trato cercano y amable, en la que deguste una copa de vino acompañado de una tapa de solomillo al Oporto.