La roca que respira
La horadada, la agujereada, si lo prefieren, es todo un símbolo del noroeste mallorquín. Se dice que este promontorio estuvo apunto de ser propiedad el Archiduque Luis Salvador de Habsburgo-Lorena, que se hizo en poco tiempo con S'Estaca y Miramar, preciosas fincas de olivares y bosque que se pueden vislumbrar desde el mirador que nos permite ver la roca.
Al parecer el noble alemán sentía una atracción irrefrenable por la gran roca, pero su bolsillo no le permitió cumplir sus sueños de posesión.
Hoy en día, tal y como ha sido siempre, la punta de roca sigue impasible los caminos de la naturaleza y la historia, sin más dueño que el viento que pasa a través de su enorme oquedad y los ojos de los visitantes que desde arriba lo admiran mientras admiran la puesta del sol con una bebida entre sus manos.