Acuarelas, letras y sueños
Muchas veces me he sentido tentada de buscar un bastidor, una tela y unas acuarelas cuando encuentro espectáculos como este de playa, montañas y mar, imposibles de describir con palabras. Pintar ese día nublado y frío invitaba a perderse en el horizonte infinito de esa agua convertida en cielo allá a lo lejos. Mirar sus playas de blancas y finas arenas que fueran azotadas por esa tormenta que nos ha deparado este día gris, tan gris y llorón como un tango, el monte cubierto de verde fronda altos y delgados pinares bajando en cascada hasta la orilla y deteniéndose en el acantilado borde. El solitario y blanco farito esperando guiar a puerto algún perdido pesquero, las casas entre los árboles y las cuevas en las rocas. Por momentos la lluvia repiquetea sobre el mar y todo hace pensar que allí arriba entre los pinos, las aves se refugian del viento, las gaviotas como pequeños puntos en el cielo pasan en vuelo rasante por el agua en busca de algunos peces que, distraídos, harán sus delicias y las de sus crías. De pronto un rayo de sol se asoma tibiamente entre las nubes y cambia el color del mar azul grisáceo en verde. El muelle, solitario como pocas veces, espera en la quietud de la tarde que se aleja, el arribo de alguna embarcación de pesca, alguna lancha o el solitario pescador que salió por la mañana con su red a tejer sueños, sueños como los míos de pintar con acuarelas.