El skyline de Doha
A Doha va poca gente si no es por negocios, trabajo (la ciudad, en plena reconstrucción, necesita mano de obra de forma ingente) o infinitas escalas en su aeropuerto, uno de los puntos de conexión entre Europa y Asia. Tampoco es que merezca una visita turística: aparte de un zoco lleno de restaurantes de comida árabe y grandes centros comerciales, no ofrece demasiado más. Solo guarda, entre sus calles sin asfaltar y edificios de suave color beige, un rincón que merece la pena. Y mucho. El puerto.
Los puertos son siempre un puntazo, pero es que el de Doha tiene una de las mejores vistas para disfrutar del atardecer que se me ocurren: el señor skyline de la ciudad, que emerge al otro lado de la bahía en forma de rascacielos locos cuyas luces rojas (para señalar su posición) empiezan a encenderse según cae el sol. ¿No es genial? Sí. Además, no es que haya mucha gente disfrutando del momento: el día que yo caí por allí solo una pareja de chicas y un señor desde su coche observaban la puesta.