Analía Plaza
Vistas escandinavas
Este puente, de nombre desconocido, es, probablemente, lo que más me gustó de la fría y oscura Estocolmo. Dejando atrás las turísticas, céntricas y sinuosas callecitas de Gamla Stan, y en plena entrada al cuadriculado y escandinavo barrio de Lisbeth Salander, el Södermalm, se alza el mamotreto: no es ni especial ni bonito, pero (¡sorpresa!) es un mirador gratuito a la ciudad y sus canales. Para los que se atrevan a cruzarlo del todo, al final hay premio: una azotea de las de cervecita y buena compañía. Pero eso mejor en verano.