Puente Carlos.
¿Quién puede negar que una ciudad tiene muchas almas?¿ Quién no es capaz de oír palpitar los muchos corazones de Praga? ¿Quién no llega a amar el Puente Carlos?
Por muchas veces que crucemos el viejo Puente de Piedra o Kamenny most, nunca nos cansamos de hablar con la estatuas que lo adornan, de intentar descubrir un detalle que los millones de viandantes no hayan ya encontrado, de poner la mano en la estrella para, como no, volver a Praga, y tocar las desgastadas placas para conseguir suerte y bendiciones.
Los santos ya cansados de ver pasar 600 años de caminantes y carros, reyes y mendigos, entornan los ojos y dan gracias a Dios por haber tenido la suerte de estar en sus pedestales y ser observadores y observados.