Roberto Gonzalez
En lo más alto de Baena
Tierra olivarera de caseríos escalonados a lo largo y ancho de una colina que guarda y recuerda, como un tesoro el pasado árabe de la villa, Baena parece descansar indolente e indiferente al tiempo que le ha tocado vivir, olvidada a veces y recordada muchas, como posesión que fue de Fernando III pero también del cristiano convertido Umar Ibn Hfsum, que la conquistó en el 891.
Arriba del todo, en la meseta que domina el pueblo y el paisaje, tras subir empinadísimas calles de curvas cerradas y recodos laberínticos, encontramos el castillo, muy restaurado para mi gusto, pero también la encantadora plaza del Angel con la parroquia de Santa María la Mayor.
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