Andres Barcala Veiga
Aquí vengo a no pensar. A no imaginarme ...
Aquí vengo a no pensar. A no imaginarme cosas. Es un lugar de culto, por su olor a sal, su silencio roto por las incesantes gaviotas y las tranquilas olas que se acercan hasta la playa.
La gente siempre saluda, aunque no te conozcan. Todo el mundo es amable. Y tranquilo.
Durante la puesta de sol (en la imagen), todo parece detenerso todavía más. Como un ritual no escrito, donde los navegantes detienen su smotores, los vecinos mantienen silencio unos minutos e incluso los pájaros hacen silencio y todos miran como se esconde el sol.