Y la naturaleza Indómita
El invierno inunda la serranía rondeña y sus colinas rocosas y cobran mayor prestancia si cabe.
El viento acaricia las hojas desnudas de los castaños, los bosquetes de romero bailan. Acaricia el viento y esa caricia imprime carácter al caserío que tenemos ante nosotros. Blanco, puro, casi parece tallado sobre el la ladera del cerro sobre el que se asoma.
El olor, el perfume, aroma de las brasas, de los hilachos de humo que desprenden las chimeneas nos asalta con tan solo asomar el rostro fuera del coche. Es denso, intenso, profundo, auténtico. Los fuegos hogareños se prenden aquí para calentarse. El invierno es frío y duro en ocasiones y las mujeres y hombres de Parauta lo saben bien. Aparcamos junto a la Fuente de la Alquería. Un gran pinsapo, seña de identidad de la Sierra de las Nieves a la que también pertenece Parauta, nos da la recibe. Mojamos las manos en el agua fría y sentimos en ellas la mordida intensa del invierno. Su ubicación, a la entrada del municipio da una idea de su importancia antes de la llegada del agua corriente. Abastecía a la localidad su caudal fresco y claro. El nombre parece querer indicar la existencia en este lugar de alguna antigua alquería árabe, pero como gran parte de la historia de Parauta aparece sumida en el misterio de lo ignorado.