MONCAYO, siempre espera, siempre observa... siempre omnipresente...
A quien madruga en llegar a sus veredas, el Moncayo suele ser generoso y muestra sus secretos y los encantos que encierra entre sus laderas, somontano, bosques. circos y cumbres y trata de compartirlo con sus visitantes llenando su alma de paz, de silencio, solo roto por el rumor del viento entre los árboles.
Antes de llegar, me entretuve en un aprisco donde hace noche el ganado ovino, y allí tomé la fotografñia que adjunto, bajo la mirada guardiana del perro pastor. La inmensidad del Moncayo la recogió el pequeño abrevadero del ganado. Lo pequeño se hace con lo grande. Lo grande cabe en lo pequeño. Esto es la inmensidad del Moncayo...