Mezquita de Sousse

La mezquita de Sousse no es demasiado grande, ni demasiado espectacular. Probablemente, muchos pueblos tunecinos tienen una similar. Pero éste fue el sitio donde personalmente me encontré con la espiritualidad musulmana y para mí es un sitio muy especial. La ausencia de elementos que distraigan la oración, sentarse descalza en el suelo.. Hay algo muy íntimo, muy profundo en todo ello. Su Dios es contemplado con mucho más misterio que el Dios cristiano, se admite su infinitud. No tienden al antropocentrismos, su rezo lleva un ritmo completamente distinto -más espontáneo, más satisfecho-. Experimentar

Entre el gentío y algunos tunecinos cabreados de que no compremos nada, nos escapamos por una calle que parece llevarnos a unos bancos tranquilos. Antes de llegar, otro pesado que intenta ponernos un bicho extraño encima para hacernos una foto. No es que tengamos nada en contra del lagarto, pero ilusión ninguna nos da retratarnos con él a cambio de unas posteriores moneditas. Es más, ilusión ni de que nos lo acerquen en pintura.

Por fin nos dejan solos y logramos sentarnos. Enfrente, la Gran Mezquita de Sousse, discreta y majestuosa. La entrada cuesta dinares, pero sólo te pemiten entrar al patio. En este país no debe haber ni una sóla mezquita abierta a los turistas. Nos refrescamos, que el agua es nuestro bien más preciado tras el aire acondicionado del autobús.

Para mi, sin duda, lo mejor de esta mezquita son las vistas que se tienen desde la torre. El acceso es a través de una escalera angosta y oscura, pero una vez que llegas arriba y contemplas toda la ciudad, con el museo arqueológico coronándola, te alegras de haber pagado la entrada.

A sus alrededores hay un montón de puestos y hay una tienda donde cambiar el dinero justo en la esquina.