Amiguismo descarado y nefasta educación
He acudido varias veces a comer a este restaurante, en pareja y con familia. Y la sensación siempre ha sido la misma: ubicación agradable, comida normal, y dudosa calidad de trato de su personal. Hace una semana este "dudosa" finalmente se convirtió en "pésimo".
Nada más llegar, mi pareja y yo nos apuntamos en una lista de espera que gestionaba Antonio, camero de profesión y borde de condición. Nos dijo que en unos 15 minutos estábamos en mesa. Esperamos dentro del bar tomando algo para hacer tiempo y, pasados 30 minutos, salimos para preguntarle. Poco caso, estaba muy ocupado. Seguimos esperando en la calle y empezamos a ver cómo sentaba a gente que había llegado después de nosotros en nuestra cara. El colmo de los colmos fue la llegada de una pareja "amiguita", sin reserva ni estar apuntada en la lista, pero con mucha prisa por lo visto. Antonio, con todo el descaro del mundo, les dijo delante de nosotros literalmente: "Esperaros. No os vayáis", y les sentó directamente en la mesa que un minuto antes, y después de 45 minutos de espera, nos había dicho a mi pareja y a mi que era para nosotros.