No es que el marisco esté fresco, ¡es que está vivo!
Me encantan los mercados, visitarlos es una de las primeras cosas que hago en cualquier lugar del mundo que visito, y aunque en algunos países son una prueba para tu estómago y tus capacidades olfativas, creo que los mercados son el pulso y el latido vivo de los lugares y en ellos se puede aprender más en cinco minutos sobre la vida cotidiana de la gente que leyendo diez libros.
El mercado municipal de Pontevedra es un ejemplo del amor de sus paisanos por los productos autóctonos de la tierra y del mar. Es un espectáculo ver los mariscos moviéndose por los puestos intentando escapar del futuro que sospechan que les espera: gambas, langostinos, cigalas, langostas, lubrigantes, nécoras, camarones, navajas, etcétera, componen un ballete crustáceo que te despierta los jugos gástricos.