¡Cómo me gustó este sitio!
Todo un descubrimiento, acogedor en el corazón del barrio de Lavapiés. La carta se parece a la cocina de nuestras madres, con cremas que cambian cada día, platos de siempre con toques de ahora y un menú sano y casero.
La decoración y la música acompañan el buen ambiente que se respira, tan agradable y acogedor que da ganas de quedarse al café y al rato de después (eso sí, acompáñalo con unas milhojas de dulce de leche y ya si que no olvidas ese momento).
Muy recomendable y asequible para cualquier bolsillo. ¡Ojo! De momento no se puede pagar con tarjeta. Si sois un grupo grande, mejor id con reserva porque se llena en seguida.