Casi flotando sobre las aguas...
Y flota en la costa desde la primera mitad del siglo XIII, nada menos, sobreviviendo a temporales e inundaciones, para que luego se dude de la habilidad de los arquitectos y constructores medievales.
El acceso al interior se hace, curiosamente, no por el lado contrario al altar, como suele ser costumbre, sino por un lado del mismo, de cara a la bahía.
Una vez dentro, nos parece estar en un castillo medieval, y no vamos desencaminados, ya que el templo formó parte del conjunto defensivo de Vernazza, debido a la solidez de sus muros y sobre todo la torre del campanario, punto de vigilancia de extrema utilidad durante todos estos siglos.