En el barrio musulmán
Ver despertar a la estación de tren de Nizamuddin es un auténtico espectáculo. Cada noche, decenas de pasajeros que parten a primera hora (entendiendo primera hora como 5:30 am) duermen sobre el andén número uno, a pocos metros de las vías de ferrocarril, ajenos a la insufrible llamada del altavoz que se repite los horarios en bucle, primero en hindi y luego en inglés.
No son mendigos ni sin techo, son simples pasajeros que con la llegada de la luz regresan de los brazos de Morfeo y se preparan para partir. Poco a poco se levantan y comienzan a asearse. Las señoras se peinan y colocan los saris, los caballeros cepillan sus dientes y acicalan su barba, y los más pequeños corretean aquí y allá, algunos alrededor de una vieja máquina con luces de colores que parece el resultado de cruzar una báscula con una tragaperras.