Una tasca de toda la vida
El bar en cuestión es una tasca con todas las de la ley, hasta el nombre, "El Túnel", lo anuncia: Paredes pintadas de un verde años 80, máquinas tragaperras, 2 mesas escasas para sentarse en una esquina... Lo de "tapas como las de casa" debe de ser porque te reciben así, como si fueras de casa. "Este bar lleva abierto casi 100 años", me dice Juan Antonio, un campechano burgalés que echa una mano a la dueña del bar.
Las tapas que te sirven con la bebida son bien ricas y variadas, por cierto: Costillas, palellita, lacón, etc. Todas son cocinadas, nada de almendritas y aceitunas, sustancia. Después de unas rondas de caña-tapa-caña-tapa (buenísimas oye), pedimos una ración de huevos rotos, su especialidad. Juan Antonio me cuenta el truco: El jamón se echa por encima del huevo y la patata frita caserita y luego se cubre con papel de aluminio para que sude. Nos los sirven cubiertos, guardando la sorpresa hasta el final, cuando los descubren como si fueran un manjar. Y lo son, vaya si lo son, especialmente cuando hay hambre.