Asomado al acantilado
La pena fue llegar tan tarde. Eso y el hecho de que hubiera una ceremonia religiosa en varias dependencias del templo, impidieron poderlo ver en todo su esplendor y tomar buenas fotografías.
Pero en fín, lo importante es que pudimos tener un atisbo de la belleza no solo del templo, sino del lugar en sí, que resultó ser impresionante.
Provistos de los obligatorios sarongs y fajínes entramos al recinto, y avanzamos hasta que llegamos a una de las vistas más espectaculares de las que he disfrutado nunca.
Frente a nosotros estaban los merus del templo que parecían querer desplomarse al mar, en una especie de sacrificio ritual. Hay quien dice haber visto delfines y tortugas mirando hacia arriba, como si hablaran con los dioses del templo.