EL GANGA AARTI
Cuando descubrimos que se ha puesto la luz del sol y es la luna en quien debemos confiar, oímos las primeras notas.
Iniciamos el remonte del Ganges hacia allí, donde parece venir la música. La barcaza apenas se mueve, es como un féretro, como una losa de madera. Palada esforzada tras palada esforzada progresamos. Las bandejas flotantes con ofertas iluminadas y olor a sándalo, transportados por la leve corriente, acarician delicadamente ambas bordas y los retales de mortajas bordadas con sutiles hilos dorados de los finos saáris, se ven pasar.
La música, ahora, nos llega con mucha mayor claridad; proviene del Dasawamedi Ghat. Es la ceremonia, de todas las tarde, en el Ganga Aarti, a la puesta de sol. De súbito un pez, un gran pez emerge y se sumerge con rapidez dejando en suspensión dianas circulares concéntricas de densas y lúgubres burbujas. El barquero me dice que no es un pez, que es “Susu” el pequeño y ciego delfín del Ganges.