Sueño navegable de los reyes castellanos
A mediados del siglo XVIII el Marqués de la Ensenada, ministro ilustrado de Fernando VI, tuvo una idea revolucionaria: unir las capitales castellanas con el puerto de Santander mediante una red de canales navegables que facilitaran el comercio y el tránsito de mercancías. También serviría para poner en regadío amplias zonas del secano castellano. De aquella obra visionaria e imposible nos han quedado 207 kilómetros de cauce, divido en tres ramales diferentes, que surca como una cicatriz la piel más reseca y mesetaria de Castilla.
El grano y las mercancías se trasladaban en barcazas que eran arrastradas por bueyes. En paralelo al canal se trazaron sendos caminos de sirga para que los animales pudieran avanzar tirando de ellas. Caminos que ahora, reparados y rehabilitados, sirven para recorrer este curioso entramado de arqueología industrial a pie, en bicicleta o a caballo visitando las esclusas que regulaban el cauce, antiguas fábricas que nacieron a la vera del canal y pueblos cargados de historia. También hay empresas que organizan paseos en canoa.