Y sólo era para comer un bocadillo..
Si, porque paramos para llenar un poco el estómago y descansar la vista del blanco de las montañas.
Pero la parada fue más que eso. Se convirtió en un deleite para nuestros ojos, que no se cansaban de mirar y admirar la belleza de un campo salpicado de granjas y flores, enormes árboles que ocultaban con sus copas el gris profundo de las montañas que los arropaban, valles, colinas y lagos que prometieron y cumplieron enseñarnos un diminuto rincón de la noruega más natural, más rural y escondida, donde cada mirada captaba una postal, un recuerdo de colores imborrable.
No en vano el pueblo y su valle forma parte de la llamada "Ruta Dorada", que junto con otras localidades enseñan al visitante la vida y paisajes del este noruego.