Una noche en las dunas de Merzouga, Marruecos.
Ir al desierto fue siempre uno de mis deseos, la imaginación se me desbordaba siempre que pensaba en él. Pensar en la luz suave de la mañana y de tarde para ver los volúmenes de las dunas, la pequeñez del ser humano en la inmensidad, la ausencia de ruidos ajenos que llevan a la conciencia de los propios, la relación directa entre el yo y el medio, la "tangibilidad" -palabra que me la cabo de inventar, pero que no encuentro otra para describir la fusión entre la piel y los elementos- del suelo que se pisa. Ya había viajado a Túnez varias veces llevando a varias decenas de alumnos al lado y disfrutando de su disfrute, pero esta vez, en Marruecos las vivencias fueron más allá. ¿Cómo sería la experiencia en las enormes y sonrosadas dunas dunas de Merzouga? Esta pequeña crónica fotográfica intenta narrar esas sensaciones, el viaje llegando a las dunas, su recorte sonrosado en el horizonte, el recibimiento pausado del lugareño, los vendedores ambulantes, la superficie ondulada, las huellas de los pies desnudos, la salida del sol detrás de las nubes, la extraordinaria coloración en rojos de las mismas, las siluetas de las pequeñas caravanas de turistas guiados a pie por los guías del lugar, la alegría desbordante de mis alumnos casi al anochecer. Sencillamente inolvidable. Todos mis sueños se quedaron pequeños y hechos realidad en una tarde-noche irrepetible. Al amanecer, y después de constatar el inmenso tamaño de estas dunas doradas comparadas con la primera caravana matinal, proseguimos el viaje con la sensación de haber asistido a un momento único que quedará marcado además de en mis archivos en mi retina y, lo que es más importante, en la retina de mis alumnos en la seguridad de que también para ellos habrá sido inolvidable.