Cuentan que la tripulación del gran ...
Cuentan que la tripulación del gran viajero Ulises quiso quedarse para siempre en Djerba, hechizada por haber comido unos lotos mágicos que crecían en sus costas. Los lotos encantados –como las mujeres hermosas, o el buen vino- sólo pueden criarse en un lugar de espectacular belleza, así que desde Mahdia (250 kilómetros hacia el norte) me vine aquí. Tardé 8 horas, e hice el viaje en 2 louages (taxis compartidos), las dos veces acompañada sólo por hombres.
Ocho hombres en silencio y yo, sentada, por suerte, contra una de las ventanas. A diferencia de lo que se pueda pensar, me sentí protegida. Los tunecinos son increíblemente amables con los extranjeros (supongo que mucho más con las extranjeras) y suelen están pendientes de cualquier cosa que puedas necesitar. Durante los dos trayectos en louage me preguntaron cada tanto si no me molestaba el viento, si no quería poner mi mochila en un hueco en el suelo, si no tenía mucho calor. Algunos intentaban, de vez en cuando, explicarme lo que veía por la ventana. No se veía mucho, en realidad, porque camino al sur, Túnez es cada vez más árido, amarillento, sólo sembrado por viejísimos olivos. También, a medida que avanzábamos, la pobreza y la suciedad se hicieron más y más dolorosas. Al costado del camino aparecieron muchos puestos con bidones de agua. Sí, aquí el agua es un tesoro, se trae de lejos y la gente la tiene que comprar y acarrear hasta sus casas.