Desde que mi padre me llevó por primera ...
Desde que mi padre me llevó por primera vez al Rastro de Madrid y me compró una pulserilla (como mi primer caramelo pero mejor) he pasado por muchos otros mercadillos.
El típico de pueblo dónde encuentras ofertas buenísimas de frutas y verduras y los mejores plagios de marcas de ropa, pasando por aquel que ví con montañas de especias en un viaje a tierras palestinas, y por los mercados medievales que se han puesto tan de moda, hasta llegar a un mercadillo de las pequeñas cosas: El de las pulgas.
En Bruselas, todas las mañanas se instalan unos puestos en la Plaza del Juego de Pelota. Bueno, ni siquiera son puestos porque se utiliza directamente el suelo protegido con lonas. Consiste en un mercadillo en el que encuentras todo tipo de objetos usados. Desde un botón hasta una lavadora. Una muñeca sin ojos, un champú a medio usar, fotos de familia, una ardilla disecada llevando una carretilla (¡qué grima!), etc.