Las apariencias, engañan.
La primera referencia a las dimensiones de ésta mole de ladrillo, la tienes en la maqueta de bronce situada en la plaza, justo enfrente de los dos enormes centinelas que custodian la entrada y curiosidades de la construcción, tocados con boinas verdes, reforzando así el aspecto de custodia de la entrada.
La mirada se pierde al recorrer poco a poco sus casi cien metros de altura. Fachada ciega, salpicada de vez en cuando de pequeñas ventanas, que apenas permiten dejar pasar la luz.
Sitio ideal para instalarse, debió pensar Lucifer. Craso error.
El interior, es de una sutileza femenina. Grandes vanos, sustentados por columnas de un blanco inmaculado que parecen no llegar nunca al techo. Ligera y pulida, hasta convertirse en espejo. Las lámparas, mínimas de estructura, no cuelgan del techo,no. Flotan en el espacio. Están apagadas, aunque la luz inunda la estancia. La iglesia es un enorme caleidoscopio, formado por estilizadas vidrieras, que además de una intensa mezcla de colores, refuerzan la pregunta...y, ésto cómo aguanta de pié?.