Adriana Arias Simonovis
Café Salvo
Hecho el respectivo 'check' al Palacio Salvo, padre y madre del resto de los edificios que dan identidad a Montevideo, bajé de sus miradores a completar la experiencia con un café. Y es que los pasajes y pasillos a los pies de este edificio emblema deberían estar colmados de terrazas para complacer antojos culinarios, pero la única, la primogénita, la privilegiada de estar ahí, es la del Café Salvo. Es modesta, con un menú de comida de paso, nada del otro mundo, pero simpática.