Es un rincón mágico.
Nueve meses después de la última vez que podía ponerme botas de monte por lesión, mi primera ruta ha sido el Bosque de Oma. Tras algo menos de 3 km de andar (hay dos accesos, o por el Valle de Oma o por la falda sur de los montes que dan lugar a este Valle), accedí a este lugar de fábula.
El Bosque es alucinante. Cada pino está pintado con diferentes tonos de la escala cromática. Si se miran independientemente o de forma desordenada, se ve un sindiós de colores y se piensa: "Si a mí los forestales me pillan haciendo esto me cae una multa que me quedo en el sitio".
La clave está en mirar los árboles desde una serie de puntos que hay marcados en el suelo. Se ven figuras geométricas, unos labios, unos motoristas... Todos ellos dibujados en diferentes árboles y mirando los pinos desde una perspectiva adecuada.