La Señora de Manresa
Entrando a Manresa por el lado del río, el Cardener, y tras dejar atrás el Pont Vell, aparece en lo más alto y de manera repentina ante nuestros ojos, la elegante silueta de la Seu que ya se había insinuado desde la distancia.
La catedral de Manresa, como se la conoce aunque nunca fue sede de un obispado, parece colgada, aferrada con uñas y dientes al cerro del Puigcardener, que se corta violentamente por el paso del río. Y es que desde fecha tan temprana como es el siglo IX, se registra la existencia de templos cristianos en la atalaya manresana. Aunque sus cimientos datan del siglo XIV, el mismísimo Gaudí fascinado por la belleza del edificio, se atrevió a adornarlo y enriquecerlo aún más, con un baptisterio y un atrio en un estilo neogótico poco propio del genio de Reus pero lleno de fabulosa hermosura.