Una experiencia relajante
Entre las muchas cosas que llevaba apuntadas en la lista de "qué hacer en Japón", una de ellas era visitar un onsen. O lo que es lo mismo, un baño termal japonés. Había leído al respecto y aunque tenía mis dudas, si tantos japones disfrutan de ellos, no puede ser nada malo.
El problema vino cuando la idea de ir a alguno con bonitas vistas o en un lugar singular tuvimos que desestimarla. Mi pareja tiene un tatuaje casi imposible de tapar con un apósito. Y las personas tatuadas no son bien recibidas en los onsen, ya que los tatuajes se relacionan con los yakuza, la mafia japonesa.
Así que me olvidé del tema hasta que llegamos a Takayama y descubrí que nuestro hotel tenía un onsen. Así que decidí que mientras ella se quedaba leyendo por la noche, yo me iba a animar a probar esos baños termales que combaten la artritis y exfolian la piel.