Elisabeta Golyobis
Un precioso día de verano, después de un caluroso atardecer, la bruma se apodero del paisaje; todos los barcos de la bahía se volvieron a puerto menos uno que se quedo a pasar la noche
Un precioso día de verano, después de un caluroso atardecer, la bruma se apodero del paisaje; todos los barcos de la bahía se volvieron a puerto menos uno que se quedo a pasar la noche