Mucho arte y mucha raza: la cueva de Curro Albaicín
Era viernes por la noche. Después de una ronda de tapeo por el centro, nos cogimos un taxi y nos plantamos en una de las cuevas del Sacromonte: la de Curro Albaicín. Unos amigos que se casaban (ese era el motivo de nuestra visita a Granada) habían organizado una fiesta y para ello escogieron tan pintoresco lugar.
Antes del viaje servidora ya había husmeado en Internet y el rincón prometía. Había visto una foto de su dueño y tenía pinta de personaje (dicho en positivo).
¿Qué tal la velada? No nos defraudó. No soy precisamente fan del flamenco pero, todo sea dicho, basta con ser un espíritu mínimamente inquieto para disfrutar (y mucho) con la experiencia, que sin duda recomiendo.